Imagine que el día anterior planeó ir al trabajo en bicicleta, pero finalmente, por una extraña fuerza, fue en coche como siempre. Imagine que decidió salir a dar una buena caminata el sábado por la mañana, pero otra poderosa fuerza que todavía no conoce lo evitó. Si se identifica con alguna de estas situaciones le recomiendo seguir leyendo, que lo que viene a continuación le puede resonar por dentro.
Todos sabemos que la actividad física es buena para la salud, tanto física como mental. Sin embargo, a pesar de que tengan la mejor de las intenciones, a muchas personas les resulta difícil convertir esa intención en acción. Esto revela una brecha importante entre lo que queremos hacer y lo que realmente hacemos. Hay estudios recientes que sugieren que el paso de la intención a la acción puede ser casi aleatorio. Aunque hay varias teorías que intentan explicar esta brecha, ninguna parece ofrecer una respuesta completa. Por eso, vale la pena detenernos en un posible factor clave: la teoría de la minimización del esfuerzo en la actividad física.
Esta teoría propone que los seres humanos, debido a su evolución, tienden a evitar gastar energía innecesariamente en sus actividades cotidianas. Este comportamiento tenía mucho sentido en el pasado, cuando la supervivencia dependía de conservar energía para luego poder cazar, recolectar y enfrentarse a un entorno peligroso. En ese contexto, cada movimiento debía ser eficiente porque gastar energía de más podía poner en riesgo la vida.
Hoy en día, vivimos en un mundo muy diferente, lleno de comodidades y con pocas amenazas reales. Sin embargo, nuestro cerebro sigue programado para evitar el esfuerzo excesivo. Este instinto, que antes era vital para la supervivencia, ahora puede convertirse en un obstáculo cuando intentamos llevar un estilo de vida activo. Lo que sugiere esta teoría es que esta inclinación natural a minimizar el esfuerzo no solo es común en todos nosotros, sino que, además, varía de persona a persona. Algunas personas están más dispuestas a esforzarse físicamente que otras, y estas diferencias individuales son cruciales para entender por qué algunas logran ser más activas que otras.
Un metaanálisis de 22 estudios que incluía a casi 30.000 personas analizó la relación entre la intención de ser físicamente activo y la acción, el comportamiento real. Se observó que una gran parte de los participantes no tenía intención de cambiar su actividad física y permaneció inactiva. Sin embargo, casi la mitad (47%) de quienes tenían la intención de ser más activos no lograron llevarlo a cabo. Por tanto, se concluye que, aunque la intención es un paso necesario para ser físicamente activo, a menudo no es suficiente para traducirla en acción.
No todo está perdido para quienes se sienten más cómodos siendo sedentarios. Según la teoría de la minimización del esfuerzo, nuestra función ejecutiva —es decir, la capacidad de nuestro cerebro para planificar, enfocarse y resistir impulsos— es clave para superar esa tendencia natural a evitar el esfuerzo. Estudios recientes han demostrado que las personas con mejor función ejecutiva, medida por pruebas de memoria y fluidez verbal, tienen más probabilidades de mantenerse activas físicamente. Además, este efecto es bidireccional: la actividad física también mejora la función ejecutiva, creando un círculo positivo que se refuerza a sí mismo.
Sin embargo, confiar solo en la fuerza de voluntad tiene sus límites. La función ejecutiva puede agotarse, y en un mundo lleno de distracciones y comodidades, esto puede hacer que mantener o aumentar el nivel de actividad física sea difícil. Aquí es donde otros factores juegan un papel crucial. La teoría que nos ocupa también destaca la importancia de disfrutar lo que hacemos. Si algo nos gusta, es más probable que lo repitamos. Este principio, aunque sencillo, tiene un impacto significativo. Cuando la actividad física se convierte en algo placentero, no solo se forma un hábito, sino que también se percibe como menos costosa en términos de esfuerzo.
Cómo romper el ciclo del sedentarismo
Por ejemplo, caminar en la naturaleza o hacer ejercicio con música nos generan sensaciones agradables que refuerzan el hábito. Estas experiencias agradables pueden transformar la forma en que sentimos la actividad física, convirtiéndola en algo que disfrutamos y que se integra de manera natural en nuestra rutina diaria.
La teoría de la minimización del esfuerzo en la actividad física es todavía nueva, pero ya nos está ofreciendo otras perspectivas sobre cómo ayudar a las personas a ser más activas. Al fortalecer nuestra capacidad para planificar y enfocarnos, o al crear experiencias positivas alrededor del ejercicio físico, podríamos cerrar la brecha entre lo que queremos hacer y lo que realmente hacemos. Si aplicamos estos principios, no solo podemos mejorar nuestra salud personal, sino también enfrentar el problema global del sedentarismo.
Mientras se sigue explorando y mejorando esta nueva teoría, surgen nuevas preguntas: ¿cómo podemos diseñar espacios que hagan que moverse sea más tentador? ¿Qué papel juegan las diferencias individuales en la efectividad de estas estrategias? Aunque todavía hay mucho por descubrir, esta teoría de minimización del esfuerzo ya nos ha dado un avance crucial en la comprensión de por qué a veces fallamos en cumplir nuestras intenciones y cómo podemos superar estos obstáculos.
En un mundo en el que la inercia y la comodidad parecen dominar, la teoría de la minimización del esfuerzo nos ofrece una nueva oportunidad para transformar nuestra relación con la actividad física. Al reconocer que nuestro instinto evolutivo a evitar el esfuerzo no solo es una barrera, sino una propuesta para crear estrategias más inteligentes y placenteras, podemos dar un paso significativo hacia un estilo de vida más activo y saludable. La clave está en encontrar la manera de transformar nuestras intenciones en acciones que realmente mejoren y enriquezcan nuestras vidas.
ENFÓRMATE es el espacio de EL PAÍS SALUD donde hablaremos de aquellos aspectos relacionados con la actividad física, el deporte y la salud física y mental. La actividad física y el deporte forman parte de la cultura de todas las civilizaciones y juegan un papel fundamental en la salud de la sociedad a todos los niveles, tanto física como mental, en todas las edades, desde la infancia a la vejez, tanto en hombres como en mujeres. Desde las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte se ha tratado de avanzar en el conocimiento científico sobre la importancia del movimiento y el ejercicio físico sobre el cuerpo, así como los procesos que explican por qué se producen ciertas adaptaciones, modificaciones o cambios a diferentes niveles (fisiológicos, anatómicos, motrices, emocionales o cognitivos). Por todo ello, este espacio persigue buscar las explicaciones científicas que fundamenten y justifiquen los motivos tan beneficiosos de la actividad física y del deporte. Asimismo, se tratará de discutir y rebatir ciertos mitos o falsas creencias existentes en la sociedad sobre temas específicos del ejercicio físico y la salud.
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Publicado: September 8, 2024 at 10:46PM