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Un infierno bajo tierra, la Guerra de Vietnam en la oscuridad

Cuando empezó la Ofensiva del Tet, los mandos estadounidenses vieron por fin la oportunidad que llevaban años esperando: en vez de escapar, los vietcongs habían tomado posiciones. Era el escenario ideal, ahora podrían usar toda la devastadora potencia de fuego de sus tropas para aniquilar al enemigo. Pero los soldados de a pie, marines, GI, paracaidistas… no lo veían tan fácil. Ellos sabían demasiado bien que, incluso en una batalla convencional, los charlies surgirían de debajo de las piedras, literalmente.

Infografía de la red de túneles creada en el sueño indochino durante la Guerra de Vietnam. Foto: José Antonio Peñas.

Una tupida red de túneles

El primer atisbo tuvo lugar dos años atrás, en la región de Cu-chi. Las patrullas americanas empezaban a sentir un temor paranoico cada vez que se movían por los sembrados o los bosques. Cada poco tiempo, una unidad caía en una emboscada y, aunque los soldados respondían con todo lo que tenían a mano y recibían apoyo artillero y aéreo, al acabar la lucha no hallaban ni rastro de sus atacantes. Ni un herido, ni un cadáver. Como si lucharan contra fantasmas.

Finalmente, una patrulla, más afortunada que las anteriores, encontró la respuesta al misterio. Los guerrilleros habían llenado la zona de túneles. Surgían del suelo rodeando al enemigo, atacaban y, antes de que los sorprendidos militares pudieran sembrar de plomo cada metro cuadrado del terreno, ya habían desaparecido de nuevo bajo tierra.

El Vietcong no sólo utilizaba estos túneles en los distritos rurales. El país estaba horadado por miles de ellos desde el Delta hasta las ciudades, formando redes interconectadas que iban más allá de las fronteras y penetraban en Camboya; auténticas ciudades subterráneas donde los guerrilleros vivían durante meses, saliendo sólo para combatir, aprovisionarse o llevar a cabo misiones de infiltración y reconocimiento. La propia Saigón estaba minada. Uno de ellos llevaba hasta las mismas puertas de la Embajada de Estados Unidos, y una observadora pasó allí varios años, sin ver la luz del día, tomando nota de todo lo que se movía en la sede diplomática y asistiendo en primera fila al asalto que tuvo lugar a finales de enero de 1968, al comienzo de la Ofensiva del Tet. 

La mayoría de los túneles fueron destruidos por los bombardeos masivos de los últimos años de la guerra o se derrumbaron al quedar abandonados a partir de 1975, pero algunos han sido mantenidos como lugares históricos e incluso se han construido otros nuevos, un poco más anchos y más iluminados: una atracción para los turistas occidentales que quieren sentir el escalofrío de pasar unos minutos en algo que se parece mucho a una tumba.

Patrullas aéreas americanas sobrevuelan los bosques de Saigón. Foto: Getty.

Y tumba fueron, porque los túneles se usaban de cementerio para los muertos del Vietcong. Y de comedor, hospital, paritorio, escuela… Fueron el hogar de docenas de miles de hombres y mujeres que vivieron y murieron sin ver la luz del sol, mientras su enemigo pisaba con miedo la superficie, preguntándose por dónde le vendría la próxima bala.

Las Ratas

El Ejército de EE.UU. pidió voluntarios para luchar bajo el suelo. Las Ratas de Túnel se arrastraban en la oscuridad más absoluta respirando un aire enrarecido, cuando no pútrido, siempre pendientes de una emboscada o una trampa, chapoteando en fango, excrementos o incluso cadáveres, ya que los charlies enterraban allí a sus muertos.

Solían ser hombres pequeños, como el sargento Payne (en la imagen). Bajaban al agujero con una linterna, una pistola, una bayoneta, algunas granadas y una cuerda atada a la cintura, para que sus compañeros pudieran sacarlos si caían heridos o muertos o si les vencía el pánico. Como bien decía el lema de estos especialistas, una vez abajo, Non gratus anus rodentum (Tu vida no valía más que el culo de una rata).

El sargento Ronald A. Payne comprueba la entrada de un túnel antes de acceder a él durante la operación «Cedar Falls» en los bosques de HoBo, 25 millas al norte de Saigón. Foto: Wikimedia Commons.

“Bombardearemos Vietnam hasta que lo devolvamos a la Edad de Piedra”

Estas palabras del general LeMay pesaron mucho en el ánimo de los estadounidenses tras la Ofensiva del Tet. Deseosos de forzar al Gobierno de Hanoi a sentarse en la mesa de negociaciones, pero con la urgencia de reducir la presencia de tropas americanas sobre el terreno, la USAF incrementó la campaña de bombardeos masivos sobre Vietnam del Norte, que concluyeron con las operaciones Linebacker I y II.

En estas misiones intervinieron cientos de bombarderos pesados B-52 y miles de aviones tácticos, con el objetivo de destruir toda la infraestructura de comunicaciones y el tejido industrial del país. En los últimos cuatro años del conflicto, se lanzaron sobre territorio norvietnamita más de 2.000.000 de toneladas de bombas (7 millones en toda la guerra).

Un B-52 suelta su carga de 30 toneladas de bombas sobre Vietnam. Foto: Wikimedia Commons.

Ni siquiera los túneles estaban a salvo de los bombardeos. Los B-52 arrojaban bombas de penetración, que se clavaban profundamente en el suelo antes de explotar. El temblor ocasionado derrumbaba los túneles en varios metros a la redonda del impacto y debilitaba las estructuras supervivientes. Cientos, puede que miles de vietcongs murieron enterrados vivos, pero pasado el ataque los guerrilleros volverían a cavar, y la próxima patrulla que se adentrase en la zona se llevaría otra desagradable sorpresa.

Fuente: https://ift.tt/2iVw0z4
Publicado: September 16, 2024 at 04:16AM

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