"Siempre quise ser chica Almodóvar", dijo en su día Penélope Cruz. Ser una de esas putas, asesinas, cantantes, toreras, vecinas, porteras, madres, monjas, escritoras (o monjas escritoras) que instauraron un cambio en la forma de entender los personajes femeninos de la gran pantalla. Y es que las mujeres del cine de Pedro Almodóvar han sido muchas y de lo más variopintas. Musas kitsch, apasionantes y libres, a las que les atraviesa un denominador común: ser antiejemplo de las chicas de toda una generación.
Ese antiejemplo a seguir no solo continúa vigente, sino que se amplifica, y lo que antes eran situaciones más o menos irreverentes, pero sin despegar los pies de la calle, ahora alberga un prisma cada vez mayor de realidades presentes y futuras.
Lo vemos en las nuevas chicas que toman el relevo de las que fueron pioneras, como es el caso de unas ya almodovarianas Tilda Swinton y Julianne Moore en La habitación de al lado, el último trabajo del director manchego y su primer largometraje rodado íntegramente en inglés. Pero lo veremos también en las futuras, porque si algo caracteriza a la figura de chica Almodóvar es la disconformidad y la transgresión constante.
De hecho, pocos —poquísimos— directores han logrado introducirse con tanto desparpajo en la psique femenina como Pedro Almodóvar. Desde que su carrera diera comienzo en aquellos locos años 70 de Movida y movidas, la figura de la mujer ha tenido un papel clave.
Especialmente en lo referente a la maternidad, en cualquiera de sus formas y significados. Todo un matriarcado de pureza y rebeldía que con este nuevo capítulo de su obra se hace grande, y nos invita a explorar de nuevo, porque nunca es suficiente, la figura de la eterna chica Almodóvar.
El nacimiento de una musa
Ser chica Almodóvar va más allá de la figura de actriz o del personaje de ficción. Ser chica Almodóvar es una personalidad y una fiebre que encontró en los 80 sus grandes años dorados.
Se estima que fue concretamente en 1983 cuando se acuñó el concepto tal y como hoy lo conocemos. En la Mostra de Venecia. Allí mismo, mientras las actrices de Entre Tinieblas se paseaban por las alfombras rojas, los reporteros italianos le preguntaban casi a gritos a una jovencísima Marisa Paredes que aún no sabía lo que se le venía encima: "Dove sono le ragazze Almodóvar?".
Sobre el término, el propio cineasta escribió en El País: "Todas están dotadas de gran sentido del humor, ausencia de prejuicios morales, estéticos o profesionales y todas ellas son capaces de mezclar comedia y drama sin aparente esfuerzo y de modo innato, no hay escuelas para esto, se tiene o no se tiene". Dotes actorales aparte, lo que verdaderamente las caracterizaba era otra cosa.
Las chicas Almodóvar no eran guapas. Eran de "físicos especiales" y "voces poco académicas", decía el director. Su denominación de origen era el no pasar inadvertidas. Ellas no eran coherentes ni sensatas. Muy al contrario, eran impulsivas, pasionales, irreverentes, salvajes y, sobre todo, sinceras. Su atractivo residía en su apariencia única y en su libertad de acción y pensamiento, pese a todo y a todos.
Le dijeron adiós a la estética de una España progre pero temerosa, para acogerse a la religión de lo kitsch, lo pop y lo punky. La chica Almodóvar era una especie aún en ciernes que había que proteger, y Pedro fue el encargado de hacerlo.
La primera de todas
Y llegó entonces La Maura. Pese a que el término cogiera forma con el estreno de Entre Tinieblas, fue realmente con Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón con la que quedó inaugurada no solo la década de los 80, sino también la consagración del icono de chica Almodóvar.
Nada de melenas rubias y caras angelicales. Rostros alejados de todo canon fueron los escogidos para convertirse en musas: Alaska, Carmen Maura y Eva Siva, las tres protagonistas de la primera película comercial del director manchego existieron en el filme al margen de la norma. Eran personajes torturados, especiales y con personalidad.
Este mantra lo seguiríamos viendo en las películas que vendrían después: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), Matador (1986), Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), ¡Átame! (1989). En ellas, Pedro Almodóvar siguió moldeando unos personajes opuestos a los valores que se esperaban de las féminas de aquel momento. Eran deslenguados y escandalosos.
Y si a nombres propios de chicas Almodóvar nos referimos, es ineludible destacar a muchas de las que nutrieron de sentido al icono: Rossy de Palma, Marisa Paredes, Blanca Portillo, Victoria Abril, María Barranco, Cecilia Roth, Julieta Serrano, Chus Lampreave, Bibi Fernández, Verónica Forqué, o incluso actores como Miguel Bosé, Antonio Banderas, Javier Cámara o Lluís Homar, son solo algunas de ellas.
Llegados a este punto, Carmen Maura ya se había consolidado como una de las musas incontestables de Pedro. Toda una chica Almodóvar en mayúsculas — ¿O fue Pedro un ‘chico Maura’? — que estuvo presente en la carrera del director desde que su amistad diera comienzo en la obra teatral Las manos sucias, en la que ambos participaban como actores, y que haría que posteriormente trabajaran juntos en Folle, folle, fólleme Tim (1978), uno de los primeros cortos del director.
Su conexión (pese a convulsa) era tal, que el propio Almodóvar en más de una ocasión ha admitido que fue la actriz quien lo descubrió a él. Después de Mujeres al borde, todo detonó, y no volvimos a ver a La Maura hasta 2006, en Volver, obra que supuso un punto de inflexión tanto en la filmografía del cineasta como en el devenir de la propia chica Almodóvar.
Presente y futuro
Y se fueron aguapando. Las clásicas y del montón fueron adquiriendo rasgos más seductores y físicos más atractivos. Con Penélope Cruz darían la bienvenida a una nueva era de chicas Almodóvar algo más calmadas y bellas. Sin apenas dificultad, la Raimunda de Volver se entrelaza con la Manuela de Todo sobre mi madre, al tiempo que la Ruth de Los amantes pasajeros, la Tina de La ley del deseo o la María de Matador son capaces de fundirse con La Agrado, para no dejar de ser auténticas. Y no de cualquier manera, sino encarnadas en actrices como Blanca Suárez, Adriana Hugarte, Elena Anaya o incluso en Ana Mena en La piel que habito o en la mismísima Rosalía en Dolor y gloria.
No obstante, al de Calzada de Calatrava nunca le ha hecho demasiada falta acudir a la ficción. Él siempre se ha sabido inventar desde la experiencia personal. Tan solo su casa, su madre, sus hermanas y sus vecinas le han valido para escribir a sus irrepetibles chicas, y sus deseos, y sus frustraciones y sus vergüenzas.
Es en esa convergencia donde reside la clave, quizás, que las hace únicas. Todo un universo almodovariano lleno de matices y colores del que, también después, parecen beber los creadores presentes. Puede que el ejemplo más claro lo encontremos actualmente en Los Javis y en su Paquita Salas o en su Noemí Argüelles. Aunque tampoco andan muy alejadas de la figura de chica Almodóvar algunas mujeres de la tan popular serie Aquí no hay quien viva, como Paloma Cuesta, La Yerbas, Marisa o Vicenta.
Porque ya sea en forma de Bibi, de Maura o de Miguel Bosé, la chica Almodóvar no deja de mostrarse al mundo tal y como es. Pasando de todo y sin pasar de moda, como cantaba Sabina. De la manera más castiza y transgresora. Un legado que, esperamos, siga yendo por la vida al borde de un ataque de nervios. Qué heavy eres, Chica Almodóvar.
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Fuente: https://ift.tt/yqOP0Cj
Publicado: October 15, 2024 at 11:04PM