En contextos informales, se proponen distintos términos para denominar fenómenos psicológicos que aparecen en la población. Así, la palabra hipengiofobia ha sido utilizada para referirse al temor a la responsabilidad. Éste, suele desarrollarse en personas con baja autoestima, temor al fallo y pocos recursos para enfrentarse al peligro. De esta forma, el sujeto abusa de estrategias pasivas ante circunstancias ansiógenas.
Esta sintomatología es propia del trastorno de personalidad evitativo, caracterizado por la inhibición ante situaciones sociales. Por lo general, estos comportamientos tienen lugar en personas que han sido sobreprotegidas en su infancia, por lo que no desarrollan recursos adecuados para enfrentarse al peligro.
El miedo a la responsabilidad
En ocasiones, la vida nos presenta escenarios intrigantes, retadores y difíciles que nos obligan a tomar decisiones importantes. Precisamente, este tipo de circunstancias movilizan todos nuestros recursos y nos hacen sacar nuestro máximo potencial. No obstante, no todo el mundo está dispuesto a enfrentarse situaciones estresantes por temor a los efectos que pueda causar. Así, tienden a evitar aquello que les genera incertidumbre, por temor a la responsabilidad por las consecuencias que sus actos puedan causarle.
En el terreno del internet, algunos profesionales de la salud mental han utilizado el término Hipengiofobia para referirse a las personas que le rehúyen a la responsabilidad. Los individuos con esta problemática tienen graves temores a equivocarse, a ser insuficientes y al juicio externo. Desde esta perspectiva, quien tenga miedo a la responsabilidad se encuentra atrapado en un bucle imposible de salir. Puesto que, la evitación constante de situaciones también genera consecuencias con las que, inevitablemente, se tendrá que lidiar.
Generalmente, los sujetos con hipengiofobia se muestran renuentes a la socialización; suelen tener pocas amistades y dificultades para generar vínculos románticos. De hecho, cuando se logran establecer relaciones sociales, suelen ser problemáticas pues la persona huye de cualquier tipo de responsabilidad emocional. También, la evitación de la responsabilidad afecta el ámbito escolar y laboral, por lo que abandonan la escuela prematuramente. O rechazan ofertas de trabajo y oportunidades que pudiesen resultar beneficiosas. Lamentablemente, estas conductas evitativas traen consecuencias como la baja autoestima, la depresión y el abuso de sustancias. Ya que, al fin y al cabo, lo que se está evitando es la vida en sí misma.
Hipengiofobia y Trastorno de Personalidad Evitativo
Ante circunstancias que puedan significar un peligro para el sujeto, se puede actuar mediante la lucha o la huida. Ambas estrategias son útiles; ya sea sirviéndose de medios pasivos para alejarse del conflicto o recursos activos que lleven a enfrentar el problema. Ahora, el abuso de estrategias pasivas lleva a la persona a encerrarse en sí misma y a temer constantemente al mundo exterior. Desde una perspectiva clínica, es relevante mencionar como los comportamientos de personas denominadas hipengiofóbicas corresponden con los síntomas del trastorno de personalidad evitativo.
Los sujetos con Trastorno de Personalidad Evitativo responden a un patrón general de inhibición social por temor a la desaprobación. El cohibirse de vivir relaciones interpersonales está motivado por el autodesprecio y genera un gran malestar, tendencia a vivir en fantasías. Además, se presenta el riesgo a abandonarse a sí mismos y de cometer conductas suicidas. Estas personas suelen mostrarse extremadamente tímidas y manifestar un gran temor a hacer el ridículo.
Aprender a asumir la responsabilidad
Es necesario recalcar que, el miedo en proporciones adecuadas es funcional, constituye un factor protector que ha permitido la supervivencia del ser humano. De hecho, la ausencia de miedo o tensión en situaciones amenazadoras, lleva a actuar con descuido y exponerse directamente al peligro. Realmente, lo que va a determinar que se experimente mayor o menor temor tiene que ver con la valoración subjetiva de tal estímulo, la autoconfianza y la sensación de impotencia.
Por otro lado, cuanto más evitemos las situaciones angustiosas, menos capacidad de resistencia tendremos frente a nuestros problemas. La evitación en sí misma, constituye un refuerzo negativo, pues solo nos lleva a alejarnos del problema momentáneamente. Pero, a largo plazo, el miedo se agrava y se cronifica, dado que la persona percibe cada vez más insuperable la situación ansiógena. Desde esta perspectiva, el tratamiento consistiría en una exposición paulatina y sistemática al estímulo temido. De esta manera, el sujeto podrá darse cuenta que el peligro no es inminente y puede manejarse interactuando con él.
Muchas veces, el modo que solemos escoger para afrontar los diferentes retos que la vida nos impone, es aprendido en los años infantiles. Por ejemplo, si los padres se muestran sobreprotectores ante los miedos del niño y no el permiten enfrentarse; es probable que nunca encuentre estrategias activas ante los problemas. Entonces, las estrategias pasivas de tipo evitativas, al final del día, son el alimento de la baja autoestima en tanto hacen que la persona se sienta menos capacitada ante el peligro. Como conclusión, una adecuada dosis de independencia lleva al individuo a desarrollar confianza en sí mismo.
Referencias
- Martínez, E. (2011). Comprensión existencial del Trastorno Evitativo de la Personalidad II. Revista Vanguardia Psicológica. Vol. 2. Nº1.
- Martínez-Costa, J. Educar para ser responsable. Universitat de València. Extraído de: https://www.uv.es/ayala/otros/jvmc1/jvcap6.pdf
- Pérez, M. (2000). El miedo y sus trastornos en la infancia. Prevención e intervención educativa. Universidad de Salamanca. Extraído de: https://gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/69368/El_miedo_y_sus_trastornos_en_la_infancia.pdf;sequence=1
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Publicado: October 18, 2024 at 12:06AM